- Ven conmigo.
- No puedo.
- ¿Pero por qué? Yo te quiero.
- Lo siento, no sé qué más decir.
- Hazlo.
- No es fácil.
- Con él pudiste y jamás pasó nada.
- Él me enamoraba con cada mirada, me elevaba hasta el cielo con el rose de sus dedos. Él sabía qué palabras usar… siempre. Él conseguía que yo le echase de menos a casa instante que no estaba a mi lado y se colocaba en todos y cada uno de mis sueños. Sus ojos buscaban los míos siempre, lloviera o hiciese sol, él lo sabía todo sobre mí sin que yo se lo hiciese contado, nos comunicábamos con la mente, como en las películas. Yo sabía exactamente qué estaba pensando él, incluso aunque no me estuviese mirando. Todas las canciones me recordaban a él, todos los actores parecían tener su misma mirada. Nuestro amor era como una camiseta de esas que tienes desde que eras niño y que ha crecido contigo, que es justo de tu talla, no grande ni pequeña, que tiene un olor familiar para ti, con el que te sientes protegido. Sus pupilas bailaban con las mías varias veces al día, su recuerdo se grababa fuertemente en mi retina y costaba el resto del día que se fuera de allí. Él sabía perfectamente a qué estábamos jugando y nunca se echó para atrás, grabó su nombre a fuego lento en mi corazón y mente, me tatuó sus iniciales en el alma y se aseguró de que nunca pudiera olvidarlo.
- ¡Exagerada! Pero si ni siquiera te dijo nunca que te quería. Yo, en cambio, soy mejor partido. Te conozco mucho mejor que él.
- Tú has leído un capítulo… él escribió toda la historia.
0 hh!:
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