Y me bastó tan solo una mirada tuya para que todas las ganas que tenía de soltar tu recuerdo y lanzarte al olvido se vinieran abajo.

Bastó tan solo un beso en la mejilla como saludo para saber y convencerme que no iba a poder mantenerme tanto tiempo lejos de ti.

Bastó tan solo una palabra escapando de entre tus labios para que todas las conversaciones que tuvimos cuando éramos todo y nada vinieran a mi mente como un alud, arrasando incluso con mi racionalidad y coordinación para hablar, respirar y sonreír.

Bastó que te mirase para reconocer que, aunque todo esto es como un maldito campo minado sigo estando dispuesta a dar todo para tenerte cerca, no como quisiera pero cerca a las finales; sigo estando dispuesta a sufrir un poco más por tu causa… por la única persona que me abrió los ojos para descubrirme, por la única persona de la que no huí cuando me di cuenta que estaba enamorada, por la única persona que me hizo decirme “¿por qué no?”, por la única persona por la que decidí quedarme a ver qué sucedía en el trance que descubría lo que era amar.

Bastó un parpadeo para darme cuenta que todo era real y que estabas frente a mí, viéndome, respirando el mismo aire, unidos aunque sea por risas.

Siempre me pregunté por qué no te conocí antes. Ahora entiendo que tal vez antes no te necesitaba como ahora y que el destino estaba reservándonos de manera peculiar, tal vez no éramos perfectos y nos cruzamos en el momento preciso para darnos cuenta de ello.

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