1002545_275681065907701_1697285640_n“(…) El amor de Selma era mi único pensamiento, que por la noche me cantaba canciones, y que me despertaba al alba para revelarme el misterio de la vida y los secretos de la naturaleza. Un amor como el que yo le tenía a Selma es un amor celestial, desprovisto de celos, rico, y que nunca hace daño al espíritu. Es una profunda afinidad que sumerge al alma en una fuerte de alegría; es una ternura que crea esperanza sin agitar el alma, transformando la tierra en paraíso y la vida en un dulce y hermoso sueño. Por las mañanas, cuando caminaba yo por los campos, veía un signo  de la Eternidad en el despertar de la Naturaleza, al sentarme en la playa escuchaba yo las olas, entonando el cántico de la Eternidad. Y al caminar por las calles veía la belleza de la vida y el esplendor de la humanidad, en la apariencia de los transeúntes y en los movimientos de los trabajadores.

Aquellos días pasaron como fantasmas y desaparecieron como nubes, y de pronto no dejarían en mí sino tristes recuerdos. Los ojos con los que solía yo mirar la belleza de la primavera y el despertar de la Naturaleza ya no podían ver sino la furia de la tempestad y la miseria del invierno, mis oídos, que antes oían con agrado el canto de las olas, ya sólo oían el ulular del viento y el embate del mar contra los acantilados. El alma que antes observaba feliz el vigor incansable de la humanidad y la gloria del Universo, sentía la tortura del conocimiento de su decepción y frustración. Nada había sido más hermoso que aquellos días de amor, y nada era más amargo que aquellas horribles noches de tristeza.”

-  Alas Rotas (K.G.)

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