Prometo que cuando te escriba, lo haré cuando el sol se ponga, cuando vaya por un helado a la cafetería de siempre, pensando tontamente que riendo fuerte y con compañía podré aparentar que ya no existes. Pero siempre dándome el permiso de extrañarte, trayéndote a mi mente, sonriendo por los recuerdos, viendo cómo la gente que pasa sin prisa me observa mientras en mi mirada sólo se refleja tu rostro.
Prometo que cuando te escriba, lo haré alejada de la luz tenue de mi habitación y de mi cama que exhala salvajemente tu recuerdo que aun no sé cómo callar.